En las góndolas ya se ve manteca, yerba, pan lactal, de Brasil, Paraguay, Uruguay, y los supermercados planean ir por más. El alerta en medio de la feroz recesión.
Pan lactal. Yerba. Galletitas dulces y saladas. Manteca, crema de leche. Marcas como Bauducco, Visconti, Conaprole, Kurupí, Mazzei. Y también algunas marcas propias de supermercados que pasan a fabricarse en países vecinos, por caso, Paraguay. Son las primeras novedades que aparecen en las góndolas como consecuencia de la receta del gobierno de Javier Milei para detener la inflación desatada en los últimos meses: estimular las importaciones de alimentos y bebidas de la canasta básica, así como de los productos de limpieza e higiene personal, como un modo de presionar a los formadores de precios a la baja. Según revelan las grandes cadenas, lo que hoy comienza a verse es solo el principio de una escalada importadora que hace pie en los beneficios, fundamentalmente financieros, que reciben por la medida, como la suspensión del IVA adicional y del impuesto a las ganancias para estos productos por el plazo de 120 días. Y, en general, en un estado de cosas que favorece la importación.
La novedad libertaria fue celebrada por el Gobierno ante la desaceleración de precios de mayo. Las mismas fuentes de las cadenas consultadas para esta nota, sin embargo, apuntan a la feroz recesión actual como la gran causante del paréntesis. De tal magnitud, que hoy las familias recortaron en un 20 por ciento lo que consumen de esa canasta básica. Pero, además, en la última semana de mayo volvieron a subir los precios de los alimentos. Y si bien las consultoras pronostican 5 puntos de IPC para el mes, también avisoran un rebote general en junio.
Los analistas comparten el diagnóstico y sobre todo advierten sobre las consecuencias catastróficas en el empleo y la industria nacional, que ya reporta suspensiones y despidos masivos como en la alimenticia ARSA, que produce postres y lácteos Sancor, o el cierre de 170 panaderías industriales. Y apuntan que la medida se toma en un escenario fuertemente concentrado, en el que los distintos eslabones de la cadena suelen estar, a su vez, fusionados.
Página|12 recorrió supermercados y mayoristas, habló con referentes de cadenas y almacenes y con analistas económicos para entender qué puede pasar en esta Argentina importada.
Industria paraguaya
En el «Coto chico» de avenida Elcano hay mucho menos espacio de góndola que en el «gran Coto», que está a seis cuadras, pero aún en la menor variedad expuesta, los nuevos importados se lucen. Se ven varias nuevas marcas de yerbas: Kurupí, de Paraguay; de Brasil Sara o Canarias, que es marca uruguaya pero se fabrica allí. En este caso son productos mucho más caros que los locales: entre 5 mil y más de 6 mil pesos el kilo, aun con las promociones, contra marcas como La Tranquera, Taragüí o Playadito a 2300, 2500 y 3600 pesos el kilo, respectivamente. La góndola adquiere un particular color local en el marco de la eliminación de las políticas de fomento y protección de la actividad yerbatera (inluida la eliminación de las funciones del Instituto Nacional de la Yerba Mate) que propició el DNU 70/23, y que promete profundizar la Ley Bases.
Lo mismo pasa en las heladeras: la novedad uruguaya de la manteca Conaprole viene a «competir», con el paquete de 200 gramos a 3.200 pesos, con marcas propias y otras como La Paulina e Ilolay, que cuestan entre 2.050 y 2.400 pesos. Y con la primera marca de la Serenísima, a 2.800 pesos.
Otros importados gozan de los descuentos del día como el 2×1, y así el paquete de galletitas de sésamo Mazzei, de industria paraguaya, queda en 400 pesos, la mitad que las segundas marcas locales y un tercio que las primeras marcas. Sorprende ver entre los productos de marca propia Ciudad del Lago algunos de producción paraguaya, como los snacks.
El osito en sunga
Fargo y Bimbo, de capitales mexicanos y dueñas del 80 por ciento de la góndola de panificados, se exhiben ahora junto a las brasileñas Bauducco y Visconti. Esta última tuvo que adaptarse a la regulación que sobrevive a nivel local: taparon con un sticker liso las leyendas «Bajo en grasas saturadas» y «Libre de colesterol» y agregaron, en cambio, el octógono negro: «Exceso en sodio». Entre descuentos y promociones de unos y otros, el pan brasileño es el único producto importado que queda a un precio algo más conveniente: 2.800 pesos contra 3.500, para el paquete de 400 gramos.
«Es que acá llegamos a tener un pan grande del osito a 7.000 pesos, una locura. Ahora llegaron los de Brasil y tuvieron que bajar», repite la explicación el encargado de reposición, al confirmar que en las últimas semanas entraron varias nuevas marcas. ¿Bajaron porque ahora hay importados o porque antes, a ese precio, no se vendían?, se le plantea. No sabría decirlo, ahora que recuerda la cantidad de panes en devolución por vencimiento que han regresado al camión, todo un fenómeno nuevo en estos últimos meses.
Otro detalle: si hubiera lugar para marcas pyme como Noly o Mimago, que solo pueden conseguirse on line (con el sello distintivo de «pequeñas industrias»), los paquetes de 360 gramos de pan lacteado podrían salir 1.000 pesos, con el 2×1. Y aun a 2.000, pasada la promoción, sería mucho más conveniente que la publicitada «baja» con importados.
Oleaje importador
Los grandes supermercados confirman que la importación navega hacia un in crescendo planificado. «Estamos en la primera etapa: recomposición de stocks. Estamos recuperando la mercadería que vendimos históricamente, atún, café, palmitos, eso es lo que se empieza a ver en las góndolas en estos días», describen en una de las cadenas.
«La segunda ola es con los mismos proveedores, pero con surtido ampliado. En los próximos 60 días llegarán otros productos que solíamos importar pero que perdieron regularidad», siguen contando. Se cuentan en esta etapa, por ejemplo, variedades de cerveza o de pastas. La tercera, que ubica entre agosto y diciembre, incluye muchos más importados, en nuevos rubros como galletitas y mermeladas.
Desde otra cadena de supermercados consultada, confirman que la importación es una hoja de ruta: «Hoy estamos trayendo las mismas categorías que traíamos, pero la diferencia está en el mayor volumen. En esa línea hay pañales, toallitas húmedas, cervezas, papas fritas, conservas vegetales y de pescados, frutas y verduras. Hay un par de importaciones nuevas, algo de panificados y galletitas», enumeran.
Si en lo inmediato lo que se pudo traer con esta nueva regla de juego es lo que ya se venía trayendo, pero con más intensidad, o recurrir a algún proveedor ya identificado, la idea a futuro es ampliar el espectro: «Hacerlo con la marca propia, que es lo más interesante, tiene todo un desarrollo de registros, permiso, empaque, requiere más tiempo», cuentan el trabajo actual.
«Todos salimos a buscar lo que estaba más a mano, por eso Paraguay apareció como un origen para muchos productos. Y hace un par de semanas una importante feria de Brasil se llenó de argentinos que fueron a buscar nuevos proveedores. Con el tiempo, además de desarrollar la marca propia, se pueden traer de destinos más alejados que ya se están explorando», cuentan por último.
¿Y al final cuándo bajan los precios?
En cuanto a la diferencia de precios, las fuentes supermercadistas sacan del análisis el atún, que históricamente tiene una diferencia de precio de hasta el 50 por ciento con el líder (La Campagnola). «La verdad que cuando sacás eso, del promedio te queda una relación de no más de 15 por ciento más barato, 20 en algunos casos», estiman.
¿Funciona la importación como mecanismo de presión a los proveedores nacionales? «Hasta acá el único elemento de presión sobre los grandes productores nacionales, que tienen un grado de concentración alta en las principales categorías, era salir a desarrollar otros proveedores pyme. Muchos lo hicimos y en algunas categorías funcionó muy bien. Pero ese proveedor pyme no alcanza a abastecerte en el volumen que necesitás para que sea una competencia real al gran productor y le puedas decir: si no me bajás el precio y no me querés vender, tengo esta alternativa. Entonces sí, la importación suma un elemento de presión», estiman.
Pero hay otra parte de análisis: «Hoy por hoy es muy difícil decir si las bajas de precio que se verifican, el hecho de que el aumento de alimentos en los últimos dos meses esté por debajo de la media del IPC, es por la importación o por la gran caída de consumo. Tiendo a pensar que es lo segundo».
Almaceneros, afuera
«No puedo entender cómo los argentinos les vendemos el trigo y después les compramos el pan lactal», se suma Fernando Savore, presidente de la Federación de Almaceneros de la provincia de Buenos Aires, a la conclusión de muchos. Compara los precios de los panes brasileños, tan publicitados en redes, con los de las panificadoras Dharma, de Tres de Febrero, o Delipan, de La Boca, «y tantas en todo el país». «Ese pan lactal por 400 gramos, yo lo vendo a 1.300 pesos», asegura. «La gran traba de estos productos termina siendo siempre una cuestión de logística, la distribución. ¿Pero por qué no se busca resolver eso? No entiendo cómo no potencian las pymes argentinas», plantea.
«Tuvimos una reunión en la Subsecretaría de Defensa del Consumidor con la Cámara de Importadores. Y les planteamos que lo bueno sería que traigan productos que compitan con los tres monopolios de limpieza e higiene personal que manejan todo el mercado», cuenta. «Si hasta las mismas firmas a nivel regional no hacen lo que hacen acá, que hacen lo que quieren, desde hace años», completa.
Plantea otro detalle polémico: quién se encarga de importar esa mercadería. «Porque si son los mismos empresarios, son lobos cuidando corderos», asegura.
Dice que, por el momento, los almacenes no están sumando importados más allá de alguna experiencia puntual con el repelente ante el faltante («no funcionó del todo, es un proceso largo y termina saliendo más o menos lo mismo, en este caso un 15 por ciento más caro», revela) y lo que tradicionalmente se ha traído, como el atún. El relevamiento que hizo Página/12 en mayoristas que abastecen almacenes como Vital, Maxiconsumo, Diarco o Macro, coincide con la descripción.