En 2018, el biólogo Alejandro Winograd se encontraba filmando una película y, rodando algunas escenas, pasó por el Faro San Pío. Lo vio tan lindo como deteriorado y, al regresar a Ushuaia, les propuso a unos amigos organizar una expedición para ir a pintarlo.
Casualmente, coincidía que en marzo de 2019 el Faro cumplía 100 años de ser “librado a servicio”; así que organizaron el viaje para esa fecha.
Hoy, a más de 2 años de aquella acción, la cual fue acompañada por un barco de la Armada Argentina, el Faro nuevamente no se encuentra en buenas condiciones. Península Mitre no es todavía un área protegida y por esa razón aún no se establecen mecanismos de control que protejan su alto valor cultural. Evidencia de esto son los distintos trazados de caminos con profundas huellas de cuatriciclos, basura tirada que afecta y deteriora su geografía.
Winograd es biólogo y edita libros, además de escribirlos. Como buen divulgador que es de la historia y la naturaleza de la Patagonia, cree que “la gran satisfacción no es que el Faro esté, más rojo, más blanco o más brillante. La alegría que tenemos es que el Faro que estaba casi olvidado volvió a tener un impulso de vida, ya que –antes de que nosotros fuéramos- nadie le prestaba la más mínima atención desde hacía 20 o 30 años”.
Además, Alejandro cuenta que aquella travesía le hizo volver a sentir el espíritu que había comprobado cuando empezaron, en los ochenta, las expediciones a Península Mitre de la mano de Oscar Zanola, director del Museo del Fin del Mundo. “Hacía más de treinta años que solo unas cuatro o cinco personas pisaban el lugar”, cuenta.
“En aquella época nadie sabía mucho de Península Mitre. Era un sitio abandonado por la sociedad de Ushuaia y por el gobierno de Tierra del Fuego. Durante aquella primera expedición, resultó evidente y resolvimos que era un lugar que merecía un proyecto de investigación y de conservación de largo aliento”.
La necesidad de su cuidado y conservación sigue siendo urgente en la actualidad, para evitar que el deterioro continúe.
“Nadie tiene dudas en la actualidad sobre el enorme valor de Península Mitre. Allí sucedió el primer encuentro entre europeos y los pueblos originarios, ha habido una cantidad de naufragios de altísimo valor histórico y patrimonial y tiene un ambiente prácticamente único. Península Mitre forma parte del universo simbólico de Tierra del Fuego”.
“La comunidad de Ushuaia nos apoyó muchísimo cuando fuimos a pintar el faro en 2019, por ejemplo. A esta altura, la sociedad está al tanto de que Península Mitre tiene todos los elementos para ser un área protegida, es uno de los lugares más importantes del litoral de toda América del Sur. Es como tener las cataratas del Iguazú y preguntarse si hay que conservarlas”.
Winograd ofrece una visión sobre las diferentes formas que existen de cuidar un lugar. A diferencia de las huellas que dejan los cuatriciclos que, sin ningún control, recorren la zona, el biólogo habla de “el código de los pies ligeros”.
Para él, “todo aquello que no deje huellas profundas e indelebles en el territorio, debería estar permitido. Que no sea un descontrol ni que cualquiera haga cualquier cosa, pero no me gusta la idea de prohibir. El acceso al lugar sigue siendo muy limitado a gente con ciertos recursos y capacidades, que, en verdad, pocos tienen”.
Sobre los modelos de conservación, “hay posturas que buscan un modelo muy intangible y otros quieren mayor participación de la actividad turística. Creo que todo puede discutirse menos la necesidad de que el Estado incluya algún programa de conservación y puesta en valor. Eso tiene que hacerse pensando, discutiendo y acordando con la sociedad”
Claro que mientras esa decisión de proteger no se haga efectiva, el deterioro continúa. “El mundo no está detenido mientras en Tierra del Fuego se sigue pensando sí Península Mitre tiene que ser un área protegida provincial o si hay que administrarla con la Nación o quién lo va a manejar… Mientras tanto, el tiempo pasa y el impacto continúa”.
En esa misma línea, Winograd aporta que mientras Península Mitre no sea un área protegida por ley, “se pierden valores en términos de conocimiento y de trabajo. En la zona hay posibilidades turísticas, recreativas y artísticas. Son servicios ambientales y también sociales, culturales y económicos”.
Como el optimista que asegura ser, Alejandro Winograd está convencido de que el lugar estará protegido por ley.
“No solo porque la presión social es grande, sino también porque al final del día, el sentido común se impone. Es demasiado poco sensato que esa zona esté abandonada a la buena de Dios”.