Josefina Pérez, de la fundación Pequeños Pasos, compartió detalles de la elogiable tarea que lleva adelante el Ropero del Pipo, un grupo de mujeres en Ushuaia que canaliza donaciones de ropa usada y otros elementos, y destinándolos a familias en situación vulnerable.
En un contexto marcado por la creciente crisis económica y social, la solidaridad se ha convertido en una herramienta esencial para muchas comunidades. En la ciudad de Ushuaia, la Fundación Pequeños Pasos y su iniciativa, el Ropero del Pipo, emergen como un ejemplo de ayuda comunitaria. Este proyecto, liderado por Josefina Pérez y gestionado por un grupo de voluntarias, responde a las necesidades de familias vulnerables que dependen de esta asistencia para cubrir necesidades básicas.
El Ropero del Pipo, que comenzó sus actividades en 2019, ha visto un aumento significativo en la demanda de sus servicios, según lo relatado por Pérez, en FM Master’s. «Esto ya surgió desde el 2019. Cabe aclarar que más allá de la ONG, esto lo manejan dos vecinas en forma voluntaria que le dan apertura por una cuestión de demanda que surge de la población y que se va agravando cada vez más. Está bastante complicada la situación y ellas que están ahí dicen que arrancó de una manera terrible el año, que cada vez hay más gente«, explicó.
La dinámica del ropero es simple pero efectiva. Las donaciones de ropa, abrigos, calzado y otros artículos esenciales son canalizadas hacia las personas y familias que más lo necesitan. «Lunes, miércoles y viernes no deja de entrar ropa y así como entra se la llevan«, detalló Pérez, enfatizando la rapidez con la que las donaciones encuentran un nuevo hogar.
Sin embargo, la tarea del Ropero del Pipo va más allá de la simple entrega de bienes materiales. La fundación y las voluntarias buscan fomentar un sentido de intercambio y dignidad entre quienes reciben la ayuda. «En realidad, más allá de que se cubre la demanda habitual y diaria de cualquier familia, se pide, quizás a cambio en forma de trueque, el que puede, productos de limpieza y de higiene, que también se vuelve a entregar a las familias. Para que haya un intercambio«, señaló.
El impacto de esta iniciativa no ha pasado desapercibido, y la colaboración con otras áreas sociales del gobierno provincial y municipal ha permitido que el Ropero del Pipo se convierta en un punto de referencia para situaciones de emergencia, como incendios. «Hay ya toda una dinámica armada y que está creciendo un montón», añadió Josefina Pérez, refiriéndose a la coordinación entre las distintas entidades y la comunidad.
A pesar del éxito del ropero, expresó un sentimiento agridulce sobre la situación. «En realidad, es preferible que no exista el ropero, lo ideal es que no exista. Lamentablemente, funciona hace bastantes años y ahora la situación se agravó. Y está bien claro que eso pasa, porque cualquiera que pase por el ropero los días que está abierto ve gente y eso es triste«, reflexionó, poniendo de manifiesto la realidad de la crisis que atraviesa la comunidad.
El trabajo incansable de las voluntarias, Karina y Silvana, es el pilar sobre el cual se sostiene esta iniciativa. «Desde el lugar que tenemos y desde el espacio, tanto Karina como Silvana se arremangan, están siempre y dan respuestas que quizás en otros lados no dan. Se acompaña de otra manera», destacó Pérez, reconociendo el esfuerzo y la dedicación de estas mujeres.
El Ropero del Pipo no es el único proyecto que la Fundación Pequeños Pasos lleva adelante en beneficio de la comunidad. Además, se ofrecen capacitaciones en áreas como costura y cerámica, buscando empoderar a las personas a través del aprendizaje y el desarrollo de habilidades útiles para la vida diaria. «La ONG en principio está dando dos cursos, de costura y de cerámica. Después es todo articulación con gobierno, tanto en salud, educación, cultura, oficios y trabajo«, explicó, subrayando la importancia de brindar herramientas educativas a la población.
La misión de la Fundación Pequeños Pasos y el Ropero del Pipo es clara: apoyar a la comunidad en tiempos difíciles, proporcionando no solo bienes materiales, sino también un espacio de contención y crecimiento. Las actividades que se llevan a cabo, tanto en el barrio Pipo como en Andorra, están abiertas a toda la comunidad y buscan fomentar la solidaridad y el apoyo mutuo.